quisiera preguntárselo todo,
pero no puedo, no sé cómo hacerlo, ¿qué es ese misterio de lo que quiero de ti,
qué es el hombre o la mujer, el amor, qué quiero decir con amor; por qué debo
insistir y preguntar, y por qué me voy y te dejo en tu pobre mísero
cuartito...?
jack kerouac, 'los
subterráneos'.
nos espiaban con
satélites.
sección j
ana
se ponía paranoica y robó un auto azul. sus antiguos propietarios no se habían
molestado de sacarle los desechos de paloma del parabrisas, así que
prácticamente les hicimos un favor. apenas sabía conducir, así que nos movíamos
sin control alguno, escapando de los semáforos porque ella decía que tenían
cámaras. la policía tenía un registro con nuestros crímenes, nuestros robos,
nuestros pensamientos, nuestras huellas digitales sacadas de vitrinas que
contenían enormes diamantes de las casas de ejecutivos poderosos. tomaban nota
de cada camino que seguíamos, de cada paso que dábamos, cada servilleta que
tocábamos. el gobierno y la seguridad nacional se nos caían encima. se
disfrazaban de participantes del missing children para revisar nuestras casas. si
parábamos en un hotel, sabíamos que nos exponíamos a sus cámaras. no había
razón para que no nos persiguieran.
en
el baúl había bolsas con muchas billeteras, documentos de identidad, tarjetas
de crédito, llaves y esas cosas. conseguí un cassette de jimmy hendrix y lo
escuchamos y como no me gustó envolví con su cinta todo el asiento del
acompañante. solamente dábamos vueltas con el auto. en parte era divertido,
pero también era psicótico. me aterraba pensar que nos podían atrapar robando o
algo así. no quería ir a la cárcel. solamente tenía dieciséis años.
la
verdad es que ninguna de las dos soportó más de una semana sin sus pastillas.
las busqué en la basura y ya no estaban así que ella se las arregló para
conseguir nuevas mas tarde. si, soy débil.
marquemos
un momento presente. si. imaginame en el baúl con el auto en movimiento la una
de la mañana, sacando la mano para pintar el pavimento con aerosoles de
distintos colores. cuando paraba en un semáforo se hacía la flecha.
en
la noche de las sirenas. las noches eran infinitas. no se porqué hacíamos eso. me
esforzaba más que nadie en desdibujar nuestras pieles, como si fueran un
vestido y los huesos y sangre fueran nuestra verdadera desnudez. nos movíamos,
y nos movíamos, y nos movíamos, y otra vez.
seguía
tirando aerosol y vi una luz. la policía estaba cerca. cerré el baúl y me pasé
al asiento delantero, llena de miedo, diciéndole que estacionemos en algún
lado. se le ocurrió la estúpida gran idea de estacionarse cerca de una estación
de trenes abandonada. tétrico. las vías muertas, los vagones vacíos o con algún
que otro pobre sin hogar. era un pozo ciego. eso es lo que me aterra de las
zonas abandonadas como las industriales: que son como agujeros negros en los
que desaparecés. lugares de los que no podés salir.
no
era tan estúpida como para no darme cuenta que estaba teniendo una vida de
ficción muy peligrosa. no teníamos el control de nada, no disfrutaba de nada.
no ganábamos nada que sea valioso para nuestras vidas. la dejábamos pasar. nada
de esto estaba bien. tampoco empujar a una persona con problemas psicológicos
graves a cometer crímenes y dañar su cuerpo. no sabía si yo era realmente lo
que le hacía hacer esas cosas a ana, pero lo hacía. no es ninguna noticia que
tiendo a no caerle bien a nadie, así que no debería hacerles el mal a las
personas que se quedan a mi lado.
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