lunes, 9 de julio de 2012

Anhedonia (9na entrega)

9no! fasciculo de la novela que el Club publica cada semana.
y como siempre, con la banda de sonido seleccionada por su autor, Bernabé Ferreyra.

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sección j

traté de despertarla. ella estaba viva, pero no se despertaba. la bañé y la senté y le di un baso de agua para evitar que quede deshidratada. no había dejado de dormir durante treinta y siete horas.

me puse a llover. lloré mucho pensando que mi papá no me buscaba y que ya no dejada de sentirme ansiosa por todo. había olvidado lo que se siente seguir de largo y hacerle caso a todos. creo que no me estaban buscando.
no entiendo este mundo. nunca voy a tener lo suficiente de él. es fácil rendirse en el primer intento. no sé. siempre creí que tiene que haber algo más de lo que pensé que existía, o hacer algo diferente de lo que yo sé que se puede hacer, pero creo que no puedo escapar de todo esto. no sé de donde sale todo esto. no sé donde está ese mundo que busco. no puedo salir de este universo de cosas que no deseo. siento que no quiero nada.

¿qué es todo esto? ¿qué sentido tiene todo esto o lo otro? el trabajo, la gente, manejar un auto, tomar un jugo de frutas, sonreírle a alguien que no conozco, tirarse de un acantilado, despertarse, armar un rompecabezas, tomar pastillas, escribir libros, firmar cheques, viajar en avión. por favor, que no te preocupe lo que pase porque es posible que nada pase y no podés pretender que la vida se sature de actos y deseos y éxitos y conocimiento. no es posible saber de qué te sirven las cosas que aprendiste. miles de cosas que no tienen nombre en tu vida, hasta que las apilás, les ponés un moño, les agregás un orden y un sentido y las llamás “historias” o “experiencias” o como quieras; todo eso, ¿de qué te sirve? no te podés llevar nada del mundo de los vivos. los humanos solamente le importamos a los humanos. mirás atrás y ves el mundo muriéndose, ¿y después? ¿vos pensás que el tiempo no sigue? ¿que los otros seres vivos no siguen porque los humanos ya se murieron? no le importamos a nadie. no le importamos a la mayoría de los humanos ni ellos nos importan a nosotros.
recordé cuando iba a la escuela me gustaba la poesía. me acosté a su lado. cuarenta y siete horas durmiendo. hablé a sus oídos dormidos:

en la noche a tu lado

las palabras son claves, son llaves.
el deseo de morir es rey.

 me desperté, desesperada, ya habían pasado más de cincuenta horas. metí sus pastillas en una bolsa blanca, inusualmente frágil, y subí a la terraza, tratando de embocarla en un contenedor la basura. decidí que ella ya no iba a tomar nada.

se despertó cinco horas después. miró para todos lados. a las paredes color beige sin espejos ni cuadros ni nada. miró la mesa de luz. el velador. el techo. se sentó en la cama, a mi lado, mirando sus pies y me preguntó muy despacio si había metido las pastillas en el baño. le dije que las tiré y que no las iba a tomar nunca más. lloró un poco.

se levantó a mirarse al espejo. parecía un poco más delgada y pálida. se arrastró hasta mí y abrazó mis piernas y mis pies y me dijo que no entendía nada y que estaba asustada y que solamente podía entender lo que hacía si yo estaba con ella y que a veces no quiere que la vea como yo la veo porque no es ella y lloraba mucho y yo no trataba de calmarla. traté de levantarla pero ella lo hizo sola. me abrazó y me dijo que no quiere perder mis ojos. no sabe a donde se van los colores. me juró que si le prestaba atención se quedaba conmigo. sentía su respiración. me siguió besando y sentí la sal de sus lágrimas mezcladas con maquillaje.
(Continua la prox. semana)

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