Que honor
y si eso fuera poco, ha seleccionado canciones, videos, que el sugiere escuchar mientras la lectura.
Subiremos un fragmento de esta maravilla por semana.
Aguardamos, Bernabe y nosotros, ansiosos las devoluciones.
Que genial no?
Es aca cuando me siento orgulloso del carnet de este club.
Empezamos
a veces me apetece dormirme, fundirme con el nebuloso universo de los sueños y no regresar a este mundo real nuestro.
douglas coupland,
'la vida después de dios'.
cuando desperté, mi mano estaba cubierta de sangre.
secc a
me
había despertado el teléfono. comparé sin ganas la forma en que goteaba la
canilla y la forma en que goteaba mi mano. no logré concentrarme lo suficiente
para ejecutar esa actividad. me miré un segundo al espejo. tomé la toalla. le
tiré alcohol encima y con ella rodeé mi brazo. presioné fuerte. me quedé quieta
porque tanto dolor me mareaba, y no pude evitar quedarme mirando la cuadricula
que formaban los bordes de los azulejos en la pared del baño hasta encontrarme
a un punto muy cercano a quedarme dormida de pie.
me
cansé de escuchar el timbre del celular, así que atendí.
laura
me dijo que se juntaban para el cumpleaños de laura (otra laura, más molesta,
más petisa). le dije por ahí voy, no me esperen. me respondió no voy a andar
rogándote para que vengas, y mientras le preguntaba donde se iban a juntar
imaginé una situación futura en que me entero que no me invitaron a una reunión
de ex-compañeros. en esa fantasía, tampoco me afectaría.
dijo
que se iban a juntar en la plaza a las diez. íbamos a cenar y después a bailar.
la
toalla tenía una mancha de sangre enorme así que la llevé a mi habitación. la
escondí debajo del colchón. puse un venda en mi muñeca. me senté en la cama muy
despacio y me dormí sentada unos segundos. para evitar dormirme de nuevo me
levanté y me duché. el agua caliente se acabó antes. me había quedado mirando
otra vez los azulejos. las líneas temblaban. se sacudían.
la
sangre me tienta.
me
preparé un té. té de boldo. papá se preparó un café y se sentó a mi lado.
respiraba de forma irregular, como si tuviera algo que decir, pero la intención
de hablar parecía diluirse en el instante. no abrió la boca. dije voy a salir
hoy. me traen mañana a las siete. dijo bueno. dijo cuidate. veinte minutos mas
tarde saludé al portero y caminé hacia la parada de colectivos.
me
senté en el cordón y miré mi zapatilla izquierda y escuché mi cassette con
música de shogun. miro para otro lado. eran las siete y treinta y cinco. ya era
de noche.
la
verdad es que me da miedo la noche. en cada esquina se encuentra oculto en la
oscuridad un potencial violador y homicida despiadado que me descuartizaría y
haría cosas obscenas sin razón alguna. al menos en mi cabeza se vuelve posible.
el disfraz de mi miedo son mis auriculares.
una
viejita, un hombre de traje adelante, yo sentada en el fondo del colectivo, con
el walkman a todo volumen. en mi cartera había un cassette de slipknot. y ese
gordo de los aros en los labios que no dejaba
de
mirarme. me recordó un viejo miedo que tenía a los nueve años: la piel de mi
cara siendo violentamente arrancada de su lugar. con esa imagen solía llorar
por las noches.
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