lunes, 6 de agosto de 2012

Anhedonia (13ra Entrega)

  Fasciculo nro. 13 de la novela que el Club publica cada semana.
y como siempre, con la banda de sonido seleccionada por su autor, Bernabé Ferreyra.

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sección f

 hacía mucho que no miraba el cielo por la mañana.
      la vida se hizo blanca como la nieve.

     salimos de la estación abandonada, con nuestros cuerpos de sirenas nadando por la ciudad, y la ciudad era hermosa. flotábamos de un lado a otro. nos quedábamos sentadas en una plaza mirando para el lado en que el sol iba a salir.

    el mundo amanecía. las caras seguían apuradas. si seguía un minuto más en el mundo de esas personas iba a morir. literalmente. desde afuera todo es más frágil. veo a la gente caminar hacia donde no me interesa, y es como cuando a un perro lo llevan a dar una vuelta y hace las mismas cosas. olfatea los mismos árboles y orina en los mismos postes con toda tranquilidad porque ya se cansó de sentirse estrangulado tratando de escapar.

    miro a los pájaros y tienen una mejor vida que muchos de nosotros. imagino que para ellos ver la ciudad en buen estado o completamente destruida les da lo mismo. imagino que no tienen un concepto propio del orden o del caos.

   ¿será eso? ¿somos diferentes a los animales porque ordenamos y destruimos las cosas? ¿somos diferentes por tener intenciones? ¿somos diferentes por inventar conceptos? somos los únicos malos. somos el enemigo.

   siento que este día gris está perdido. el cielo va desapareciendo. te voy a decir algo del presente: estoy sentada en un campo mirando los pájaros, el cielo y el pasto. estoy escuchando al viento y tengo frío. estoy en una cancha vieja de futbol. hace rato que nadie la usa. el viento arrastra relojes y el tiempo sopla fuerte y solamente pienso que todo esto es muy raro. soy de una cultura que deja pasar el tiempo. no tiene sentido. ver los pájaros. verlos volar. comer. picotear. dormir. es totalmente aburrido. a lo que suelo dedicarme es a dejar que el tiempo se vaya. a estar en silencio. en ese entonces, tanto como ahora, tenía la costumbre de arruinar el momento con pensamientos para tratar de definir cosas que no sé de donde salieron. un pájaro es un pájaro, no es una metáfora. una historia es una lista de hechos, no es una enseñanza.

  viajábamos en auto y era solo eso. un auto y dos personas. la ciudad era una ciudad y no las ruinas de un imperio que nos quería controlar. y eso me molesta. pensé que no era inocente. una piensa que es inteligente o conciente, pero en unos años todas las cosas que decíamos se vuelven estúpidas.

  me dolía la espalda y un pie. me sentía enferma por el frío y además mis huesos querían romperse solos. nunca más íbamos a dormir en un lugar así. era preferible dormir en el auto. dimos algunas vueltas, cruzamos la ciudad. había un shopping frente a un hospital. nos estacionamos y compré medialunas y desayunamos en el auto. por la tarde nos metimos en el depósito del shopping y robamos papel. después subimos a la terraza y abrimos los paquetes. ana se sentó en el borde y empezó a tirarlos, pero se mareaba y me costaba sostenerla. se durmió y yo también, y cuando quisimos bajarnos por la noche, me di cuenta que no saqué la llave del auto, así que se lo llevaron. tampoco teníamos plata. fue un error molesto pero yo confiaba que ana iba a conseguir más. no sabíamos donde ir. volvimos a treparnos techo, mirando la ciudad desde arriba.

   éramos como dios, pero muerto de hambre.
   el mundo que creamos ahora se hizo raro.
   
   dejamos a nuestros hombres caminar libres por el mundo, pero crearon sus propias prisiones.
    
   cajas gigantes de madera, hierro y piedra.

   un tejido de concreto que visten los caminos del mundo.

   los bajamos del cielo y ellos insisten en trepar rascacielos tratando de alcanzarnos, tratando de tocar nuestros pies como si eso los pudiera sacar de si mismos.

   ellos solamente quieren salir del lugar donde los dejamos para ser libres.

  ¿tanto pueden odiar el mundo?

  ¿de verdad es tan malo el mundo que les dimos?

  pensamos que lo habíamos hecho bien.

pensamos que al humano le iba a gustar los bosques, los océanos, los desiertos, las montañas, los árboles, los animales de los que dejamos que se sirvan para alimentarse entre ellos.

¿hicimos mal a los animales?
¿hicimos mal a los cerdos, las gallinas, las ovejas, los frutos?
pensamos que siendo dios no nos equivocaríamos.
¿hicimos tan mal a las personas?
¿hicimos muy mal en hacer que las personas sean diferentes?
¿fue un error tan grave?

     a veces nos gustaría que esas personas nos lo dijeran.

cuando podíamos, sacábamos comida de los almacenes del shopping y por la noche tratábamos de continuar con nuestras vidas como un dios que son dos personas juntas mirándolo todo en la soledad. hablábamos pero nos daba la sensación que nos da cuando nos pasamos el día hablando con nosotros mismos y pensamos que nos estamos volviendo locos, que sufrimos de personalidades múltiples que se llevan bien y que son autoconscientes. tiene sentido que dios sean dos siamesas. somos agua. pienso que dios es el sol y el diablo es el fuego. el diablo no es el mal, es la ilusión de dios, es un dios artificial. dios es el sol. imagino que adoramos al dios sol porque cuando aprendimos a manipular el fuego sentimos que lo traicionamos, que lo dejamos de lado. por eso se habla tanto de fidelidad. el primer pecado fue traicionarlo. primero fue el huevo. los primeros seres vivos se formaron en cadena y su forma de adaptarse al entorno era muy rígida, con protocolos para nada maleables. en el momento en que uno se volvía maleable, buscaba la forma de generarse un caparazón no para protegerse, sino para dominar al menos un espacio del mundo. no siempre fuimos capaces de distinguir entre nosotros y el ambiente que nos rodea. en el principio era el mar y el cielo. el cielo azul era dios, el color original, la verdadera naturaleza, y el mar era un espejo del cielo, no tenia color pero quería copiar a dios, quería copiar su color original, dios era el creador y el hombre era una burda copia de algo que no contenía nada más que color.

    no podía seguir así. no dormía para nada bien. me dolía mucho el hombro por dormir de costado. siempre duermo boca abajo. caminé por el techo del shopping, eran como las cinco de la mañana. el cielo era celeste oscuro y todo estaba húmedo y frío me quedé parada, escuchando los pájaros, los autos, las gotas de lluvia, el tren a lo lejos… cerré los ojos para escuchar, a ver qué más había. el aroma de la lluvia me hizo recordar cosas. la verdad, cosas de la escuela. detalles. en los días de lluvia el olor era el mismo que cuando cruzaba por el túnel bajo las vías del tren. el mismo de cuando llegaba a clases tarde para no formar.
     hace mucho que no pienso en la escuela. me cuesta acordarme de esas cosas. ya no me acuerdo qué era lo que hacía para dejar pasar el tiempo.

mi espalda cruje. ya no se sabe cómo funciona mi cuerpo. ana no sabe que siempre me duele. no sabe que a veces me agarra una puntada en la vejiga. no sabe que a veces me duelen las manos.
me acuerdo de que una vez yo leía en el escenario y una amiga llamada Gaby me dijo que un chico me miraba, y me acuerdo que me quedaba pensando qué era lo que hacía la gente que yo consideraba interesante. sabía que no era salir de noche a bailar y tomar alcohol porque no era divertido. el sexo me parecía algo trillado. por dentro pensaba que debían estar haciendo otras cosas que yo no sabía que existían o que se podían hacer. creo que lo interesante de esas personas era que tenían secretos. y en mi cabeza funcionaba como si fueran las personas más interesantes del mundo. quien sabe. lo más inteligente que podía hacer de mi parte era hacer lo mismo que ellos. inventarme a mi misma como una persona interesante. no sé bien de qué me sirvió eso, pero ya casi no importa. la escuela terminó ahí y ya nadie se acuerda de nadie. apenas me acuerdo de mis compañeros y chicos que me gustaban.

    pienso que todos nos preguntamos que estarán haciendo las otras personas de sus vidas. tal vez por eso estoy escribiendo esto. porque pienso que a alguien le interesa, que alguien quiere saber qué es lo que hice. y no sé qué responderle.
se había hecho de noche. nos iluminaban todas las luces de la ciudad. miles de colores y texturas, miles de soles en la tierra. no había estrellas. parecía que el cielo y la tierra habían cambiado de lugar. la cara de ana se iluminaba de rojo intermitentemente por la luz de la antena. ella dormía.

     bajé del cielo y la dejé ahí arriba por un rato. caminé por las calles con las manos en los bolsillos y con una mirada desolada. no podía creer la forma en que estaba paseando por el mundo, caminando en la nada, sin nada que hacer, nada que ganar, nada que perder, nada que ofrecer. escuché las sirenas de las patrullas pasando cerca, gritándole a la noche, ahuyentando espíritus de cientos de años, de salvajes que pisaron el suelo que se encuentra justo debajo del concreto de la calle donde camino. el silbido de los colectivos y el motor de los autos a lo lejos en forma de zumbido, como un manto sonoro parejo y constante, como las olas del mar por la noche. como miles de personas aplaudiéndole a una pared, o como miles de conversaciones de desconocidos en la calle, o como miles de palabras que salen desesperadas de las bocas de los escolares cuando llega el intervalo. un torbellino de ruido eterno, un fondo de sonidos de grillos y otros insectos que nos arrullan hasta que cerramos los ojos y dejamos que el mundo nos trague.

    mis pasos resonaron un buen rato. tenía mucho miedo. siempre le tuve miedo a la noche. me senté frente a una cafetería un rato, mirando al cielo y a la poca gente que pasaba. eso lo recuerdo bien. una pareja con olor a alcohol. un grupo de amigos que me miraron y no dijeron nada. una pareja con dos niños chiquitos y un bebé llorando. un grupo de chicos color brillantina que me invitaron a bailar. una chica hablando por celular. dos chicos que empezaron a revisar las bolsas de basura a pocos locales de distancia.


(continua la prox. semana)

1 comentario:

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