miércoles, 19 de septiembre de 2012

Anhedonia (Capitulo 19)

Fasciculo nro. 19 de la novela que el Club publica cada semana.
y como siempre, con la banda de sonido seleccionada por su autor, Bernabé Ferreyra.

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sección h

 dos semanas.

fui a buscarla a ana al hospital. saqué su cuerpo en una silla de ruedas. antes recordé fijarme si me olvidaba su alma en su habitación. metí en su ropa algunas pastillas y la llevé a la casa. la mantuve caliente y acompañada. le dí de comer sano para recuperar su cuerpo lleno de cicatrices.

 se parecían. las dos ya no podían aguantar, y tuve que cuidar por unos días de las dos.

 recordé palabras de alejandra.

recibe este rostro mío, mudo, mendigo,

recibe este amor que te pido.

recibe lo que hay en mí que eres tú.

lo había leído miles de veces. leí durante cuatro años de soledad los mismos cinco libros.

unos días después salí a caminar un poco. en realidad le tenía que pagar unas cuentas a marina.

si no pagaba esto le cortaban la luz, así que le dije que ya volvía y salí caminando. salí y caminé unas cuantas cuadras más hasta llegar a un lugar en el que me habían dicho que tenía que ir y al final tampoco tenían sistema. quedé algo decepcionada. al lado del local había una policía a la que le pregunté donde podía pagarlo y me dijo que en el centro. yo lo había evitado. tenía que hacer casi treinta cuadras para llegar. caminé en dirección a casa un segundo, pero me arrepentí y empecé a caminar en dirección al centro.

caminé despacio.

arrastraba los pies, al menos al principio.

caminé con las manos en los bolsillos.

me había vestido con unos jeans viejos y una remera azul.

acá todo es serenidad.

no me sentía débil. estoy casi segura. caminé despacio porque, bueno, tenía que caminar mucho y estaba sola en este pueblo de ancianos. de verdad, sentía que todo era algo así como ‘la casa de la abuela’. casas de verdad hermosas y simples, sin rejas. eran blancas, rojas y doradas por el sol. el cielo verde me daba sueño. se me vino a la cabeza, me acuerdo, que si quería podía dormirme la siesta en el césped de la entrada de cualquier casa y que nadie me iba a decir nada. simplemente acostarme en la tierra y dejar que la lluvia me derrita y me confunda con el césped porque estoy hecha de barro y mis partes son de hojas secas y raíces que dios arrancó para mantenerme de pié por mis propios medios.

no hice ni media cuadra y empecé a pensar. esta vez reflexioné mucho sobre la belleza de este lugar dormido.

por alguna razón miro mis pies y me doy cuenta de que no sé para qué siguen dando estos pasos tan insignificantes. a veces no entiendo para qué camino. no sé, es como, ‘estoy caminando…’, y… nada más… es como si estuviera caminando y pensara ‘estoy caminando’ pero no puedo entender que importancia tiene eso…

no sé si me explico.

es como que ahora camino, voy al centro a pagar. voy a donde están los autos y el humo y las personas que compran. y después vuelvo…

y después me acuesto.

y después me levanto.

y después camino hacia el baño.

me lavo la cara.

preparo la comida.

y después comemos.

y después esto.

y después lo otro.

no sé…

no sé si hay tiempo para hacer algo. o más bien no se si estoy haciendo algo. está bien, voy a comprar. está bien, voy a lavar la ropa. está bien, voy a comer algo. está bien, voy a hacer esto y lo otro. está bien, voy a bailar o a estudiar o a lo que sea.

me distraen esos detalles solo porque no hay nada. es como cuando alguien pretende que hay que ver la belleza de las cosas simples cuando en realidad esas cosas simples como mirar un ocaso o una flor no tienen nada, no valen nada, no importan. es como ver una película en la que no hay nada, nada de historia, ninguna acción, nada.

no es nada.

me distraigo.

a una cuadra de ahí había una florería. parecía linda. al lado había un vivero. se me ocurrió que podía preguntarles si podía trabajar ahí. pero no me animé. me dije que otro día lo hago. soy una planta.

mientras camino me doy cuenta de que me equivoqué. o no sé. es como si no existieran errores, y si existen está bien porque es bueno que haya errores. es tan bueno equivocarse como no equivocarse.

me dio un poco de hambre.

por equis razón se me ocurre que es un error pensar que las personas estamos sumidas en los negocios. como yo lo suelo ver, era como que todo el mundo está a la venta. pero es muy ingenuo pensar que las personas solo compran. me di cuenta que solamente basamos lo que sabemos en fragmentos de verdades. tenemos que limitar lo que miramos para definir algo. no solo somos maquinas de consumo y bienestar. miro a toda la gente en la calle, llegando al centro, y muchos están comprando, y es como cuando miro a la fila de un supermercado alas personas: están haciendo el equivalente contemporáneo a salir de caza. antes tenían que salir a atrapar o pescar su comida, y tenían que construir lo que tenían, y ahora compramos y trabajamos y todo eso. creo que una persona tiene un mayor síndrome de consumo y negación cuando no ve a la persona que te atiende, sino solo a los que están al lado comprando como uno. así es fácil criticar al consumo. se vuelve una auto-observación, y se niega a las personas que hacen posible nuestro accionar.

un momento después estoy dispuesta a volver caminando y me esfuerzo en no pensar nada. me esfuerzo en solamente ver las casas. después de un rato me distraigo todo el camino.

llego a la puerta y la toco. apoyo la cara en ella (hogar, dulce hogar). no me importa si la abren. subconscientemente pienso que no la van a abrir.

después me meto adentro y me quedo parada y marina me pregunta si estoy bien o algo. me dice que me quedé mirándola como quince minutos mientras ella miraba unas películas viejas sentada en el sillón. le digo si. me siento a su lado y bostezo como una enferma. me dice ana estuvo dormida todo el día. le digo está bien. por la tarde me quedo en mi habitación, revisando sola algunas cajas de fotos de marina. en una hay un hombre disfrazado de papá noel en la puerta de un almacén. les daba caramelos a los niños. en la foto le daba una paleta a un nene de cómo tres años que lloraba como un chancho en sus brazos. las semanas vuelan y las palomas no las alcanzan.
 
(Continua la prox. semana)
 

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