lunes, 4 de junio de 2012

Lee y escucha.

"Voces para un abuelo" por Jotalagé.
                                              
           
           http://soundcloud.com/jennifer-sankovic/vocesparaunabuelo                                                                         

Un hombre negro en un país de blancos. Alguien de su sangre llegó antes como esclavo. Una pasión lo atrapó en las ruinas de éste lugar. Son los bailarines guerreros. Son los que amasan el pan, se curten al fuego.

Agujas traspasan mis piernas, cosen hilos que se niegan a confundirse con promesas. Me atan. A veces los brazos y suben por la cabeza.

Las historias están contadas, las historias de la guerra, de tus guerras. De los guerreros con muchas cabezas y un solo cuerpo ¿Qué fue de nuestros abuelos?... esos que se fueron a pelear por tierra y libertad. Creyeron en los blancos y sus hilos brillantes de las promesas… No desaparecieron, me pinchan las piernas, sus ausencias crecen cuando nadie vela mi sueño…

Sentado al sol, con los ojos cerrados, pareces la estatua de un capitán, caballero negro, caballero jaguar, hermoso, fuerte de humor. Ofrendando a tu tribu el corazón y la vida, el cuerpo. Honorable, valiente, solitario, tristón y sediento. Pecho fuerte, camiseta blanca. Caricia de madera, de ladrillo, experto y amante del fuego, de los boleros, los tangos y las botellas. Me heredaste lo nómada, lo curioso y lo bohemio. Huiste del infierno siendo niño y tu sangre se hizo la de un hombre a golpe de hierro. Viejo caracol contemplativo y sentimental. Te cantaría un danzón para que bailaras con mi madre. Te escribiría una cumbia, bailaríamos juntos al sabor de un ron. En la mitad de la calle. Da lo mismo si fuera una fiesta de quinceaños, una boda, un bautizo o una defunción.



Casi amanece en Santo Domingo, abre sus ojos el barrio del pedregal, duerme con un ojo abierto, sabe que se acerca el Leviathan. País de analfabetos, libro vaquero, metro Copilco, pulmones grises, vapor de piedra, corazón triste, zócalo lleno de sangre sin cobrar. Ciudad negra, antes también, pero de otro modo negra. Piel mestiza, pieles rojas, pieles negras, blancas, pocas pieles amarillas. Perdidos sin mapa en medio de ese gran valle, de la cueva y del volcán.

En la vida privada se engendran asesinos y poetas… ahogo, encierro, pánico, libertad, igualdad, fraternidad. En escena se visten de brillos y espejos de colores, la función debe continuar. La orquesta toca un aria, la voz de la vida se alza, se cierran las manos sobre las gargantas y el cristal sobre los ojos se empaña.

Huiste de los gritos y aprendiste a cantar. Huiste de los golpes y un fonógrafo te curó los moretones. Lavaste el tiempo en las calles con jabón de gasolina y enjuague de mezcal. Este mundo que dejas tiene un cuerpo enfermo, una cabeza loca, te regalo mi sueño, un mundo de cuerpos locos y muchas cabezas de todos los colores. El caos de nuevo para la humanidad, el mundo del ebrio, del pasito de bebé, para este tiempo del exceso. Tiempo de derecha y de izquierda, tú allá en el norte, yo acá en el sur… tiempo sin un centro.

Mil novecientos quince, un conventillo, tu le dirías vecindad. Suena una milonga, tus ojos tristes me invitan a volar. Sí, acá donde son buenos los aires y altos los vuelos. Los cielos mágicos, como mágica nuestra tierra. Mirando directo al sol me encontré con la serpiente que tengo adentro. El fonógrafo curativo ha sido detenido, pero la orquesta nunca deja de tocar. Con dolor y fiebre sueño que las agujas me atraviesan el pecho salen por la espalda y siguen tejiendo. Alas de los colores primarios, rosa mexicano, azul maya y amarillo solar.

Afuera de mi sueño ante los ojos de los dioses el mundo teje sus redes, borda sus lechos, con las manos divinas que los conectan con ellos. Con las vidas se confunden las historias, gimen y gozan las serpientes que habitan en los cuerpos. Humanos, forma contradictoria que tomó el don de la sublime memoria. La condena de morderse la cola. El placer del olvido que da la muerte, la pequeña y la gran muerte. La masacre. La negra muerte, negro espejo de la vida. Droga natural y sintética, prohibida muerte. Merecida muerte la tuya. Tus huesos son los míos, memoria mineral. Y lo demás solo carbón de tortilla, ceniza y humo, el tuyo saliendo por la ventana, humo de tu café, de tu cigarro, de tus sopa de frijoles. Y el humo de esas grandes ollas de barro, donde solo quedan los huesos.

Bandera tricolor, rojo sangre, blanco pureza, verde naturaleza. Ni pura, ni natural, ni sangrienta es la torre sobre la que se levanta. El águila imperial devora serpientes como gusanos y los saca de la tierra pero en los flancos los nopales se alzan, llenos de espinas y tunas dulces cargadas de semillas. Ahí está nuestro pueblo que son todos, los del norte, los del sur, los del este, los del oeste, sin rumbo, remando, cantando, volando en trapecios. Al final es un acto más, el inverso de la piedad, el hijo con la madre desmoronándose en los brazos, madre seca por que el padre es un monstruo que nunca se sacia, que no trabaja.

Arpa, revólver, tinta, martillo, timbal, lija, el que sabe usarlos gana. El que se enoja pierde. Maestro serio enseñando, alegre bailando, negro viejo, padre de madera, sin fecha de nacimiento, origen de mi mentira.

El muerto me dijo que las ausencias pesan cuando nadie vela mi sueño. Tú como una vela te consumes y mi ausencia te pesa. Te canto al oído este susurro de niña, de palabra, de sueños, de baile y de escenas. Si me transformo canto y vuelo como un cenzontle o me hundo en el fango como serpiente, si pinto ficciones o retrato realidades, si bailo en bautizos o defunciones da lo mismo porque mis ramas y mis raíces tienen la mitad de tus huesos.



2 comentarios:

  1. ulises178@hotmail.com6 de junio de 2012, 1:18

    Juana jamas defrauda, densa y extrema, se bebe la vida a tragos largos y aqui no iba a ser menos. Hace que el vocablo indiferencia carezca de importancia y significado.

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  2. Muy lindo tu texto, Juana. Lo disfruté leyendo al compás de tu voz tan cálida. Gracias

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