lunes, 4 de junio de 2012

Anhedonia (4ta entrega)

Cuarto  "fascículo" de la novela que el Club publica cada semana, y como siempre, con la banda de sonido seleccionada por su autor, Bernabé Ferreyra.

(link parte 1 aqui)

(link parte 2 aqui)

(link parte 3 aqui)


sección d


salí aliviada, la verdad. el frío era más agradable que esa mezcla de oxigeno y nicotina. volvimos todas en colectivo hasta la plaza, y eran como las cinco o las seis de la mañana. no había sol y el cielo era azul marino. las saludé sin ganas y Gaby me pidió el número de celular para mantenernos en contacto. dije no tengo celular. en quince minutos llegó mi colectivo. me senté en el último asiento. sentí un cosquilleo muy raro. miré por la ventana y dejé pasar mi parada.

 bajé en un lugar que no conocía. las calles eran raras y descubiertas. no había gente, ni centro, ni edificios. eran casas, de uno o dos pisos. llegué a una plaza chiquita, frente a una iglesia y una pastelería. me senté en las hamacas y me deslicé un poco, mirando al cielo, pateando sin ganas la arena, pensé palomas. miré un buen rato al mástil sin bandera que tenía un escudo nacional. pensé cuantas palomas.

 vagar. esto era nuevo para mí. me dejó una sensación muy rara.

 después de eso caminé cerca de veinte cuadras hasta que encontré una avenida. tiempo de volver. fui de nuevo a la ciudad caminando, pero en vez de ir a casa di vueltas y me quedé en una esquina de nosédonde. no había mucha gente. los empleados de los negocios estaban baldeando el piso y otras personas caminaban a la estación. pensé palomas bebiendo el agua sucia de los charcos. pensé no se enferman, vuelan, comen lo que encuentran sin que les importe.

me quedé mirando la calle de enfrente. en la esquina había una farmacia.


de haber tenido algún lugar a donde ir no hubiera visto a esa chica robando en la farmacia. una chica gótica, de camisa negra y pelo negro, y pantalones anchos, como los hardcore. estaba golpeando a la cajera y esquivó al guardia de seguridad. corrió todo lo que pudo. El guardia fofo no la siguió, pero yo si. caminé un poco, unas cuatro cuadras. estaba sentada en el banco de una heladería, revisando cosas de su bolso y tragando unas pastillas recién robadas. me acerqué de a poco como si fuera a matar a una mosca, se acostó en el banco, se puso a mirar al cielo, me senté cerca de ella, cuando me senté cerca de ella no dijo nada. ella sabía que yo la miraba. nos quedamos así un buen rato. encendió un cigarrillo y lo fumó acostada.

los pájaros me parecen raros. están ahí. comen y vuelan y pican y se aparean y cantan. casi como nosotros. me parecen estúpidos.


(Continua la prox. semana)

 

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